Es temprano, pero llego tarde. El primer timbre acaba de sonar y aún me encuentro a dos calles de la puerta del colegio. Corro, y aunque parezca increíble soy capaz de entrar antes de que cierren las puertas. Como todos los días cerca de las escaleras principales puedo ver a algunos de mis amigos, entre ellos una bastante especial. A pesar de mis prisas me paro y les saludo, sonrientemente.
-Es lunes por la mañana ¿¡De dónde sacas esa sonrisa!?- Me pregunta.
Puedo asegurar que estoy mal, que me devoro por dentro. La tarde del domingo acabó con mis fuerzas, ya no solo físicas sino también mentales. He cometido muchos errores en muy poco tiempo, y aunque son tantas las cosas que quisiera poder empezar de nuevo sé que no puedo. Y me toca vivir con mis fallos, aquellos que me han fastidiado.
Quizás anhelo el sentido común que antes me llenaba, los principios que hace no mucho traicioné. Últimamente siento que pierdo poco a poco parte de mi personalidad, y lo que me queda a veces empeora. Quiero cambiar, volver a ser yo. Y quiero poder estar contento conmigo. Y... ¿sabes qué? Que lo estoy, aún habiendo fallado tanto. Porque por lo menos me doy cuenta de mis errores, me demuestro a mi mismo que sigo siendo humano. Y sigo queriendo mejorar, evitando las penas que yo mismo me provoco. Son esos retos los que me dan vida, y por lo tanto me obligan a sonreír.
Porque aún estando mal...
-Si yo no sonrío hoy nadie lo hará por mí- Le respondí.
Porque tendrás amigos que te apoyen, que te hagan reír, que te intenten comprender, dirán que lo que pasa no es tan malo. Incluso tienes alguno que sacrificaría su dignidad por hacer crecer una sonrisa en tu cara. Pero si tú no lo valoras, si te escondes en esa atmósfera de tristeza, de nada servirá lo que te digan los demás. Tú lo negarás todo, aún sabiendo que son ellos los que tienen razón.
Por eso sonrío, para incitar a los demás a que me ayuden. Porque de esta forma, sabrán que estoy dispuesto a escuchar su consejo.
Fmado: Alejandro
