Nuestra vida sufre un constante bombardeo por parte de las grandes y no tan grandes empresas del mundo. Estas, buscando mayores beneficios e incrementos en sus ventas, se desviven por dar a conocer sus productos y que se sienta la necesidad de consumirlos. Es por ello que vivimos en una guerra publicitaria en la que los anuncios de estos productos se usan como bombas para evidenciar su existencia y enganchar a su compra.
Los anuncios han de ser precisos, tiene que quedar claro qué es lo que se DEBE consumir. Pero además hay que atribuirle una ventaja, cualidad o caracterísitca a lo anunciado que sobresalga entre todos los productos a elegir que hay en el mercado. Un sabor único, si es un alimento, el mejor confórt, en un coche o un mueble, quizás el hecho de poseer un diseño moderno o vanguardista y hasta una relación con nuestros sentimientos al consumir el objeto.
La lucha por encontrar características globales, que le gusten a todo el mundo, y diferenciadoras de la competencia en los productos de una empresa es inmensa. Tal es el punto que los especialistas en publicidad conocen técnicas para hacer de algo que de por sí se ve limitado, como puede ser un helado congelado difícil de tomar con cuchara, una maravilla ya no solo por lo propio del helado sino por "mentiras" añadidas por él. Si en vez de usar helado se utiliza puré con colorantes de una forma similar al congelado, al no estar congelado será más fácil de usar y comer con cuchara, dando una sensación más apetitosa a los espectadores.
Estos "trucos" crean la fama de los grandes productos del momento, aquellos que gracias a una buena publicidad son deseados por la mayor parte de la población. Y como solo se verá en un primer plano (ya sea en la televisión, una revista o un gran cartel) no se podrá comprobar la naturaleza de lo anunciado, limitándonos a lo que vemos. Y lo que vemos se ve muy bien.
Ejemplo claro: la Coca-Cola. La bebida más internacional del mundo después del chocolate caliente y el café. Un refresco creado en el garaje de una pequeña casa de Atlanta en 1886, por un joven farmaceútico estadounidense. La fama alcanzada a nivel mundial es indiscutible, y son muchas las razones de ello. Pero sin duda la publicidad ha jugado un papel importantísimo en la historia de esta marca. Fue la primera compañía que instauró publicidad en sus medios de transportes, y sus eslogans como "la chispa de la vida" o este que vemos aquí abajo atribuyen un sentimiento como es la alegría, la vitalidad y el buen estar con la bebida. Dicho de otra manera, asocian el beber coca-cola con el ser feliz, y ¿Quién no quiere ser feliz?
Otro ejemplo serían los productos que se anuncian con materiales dudosos. Y a qué me refiero, ahora lo verán. Fíjense en la foto que aparece a continuación, ¿Qué ketchup más práctico y apetitoso se nos muestra?. Tiene una textura increíble (anormal) y un color y una iluminación de primera calidad (no propio del tomate). Conclusión, no puede ser un derivado del tomate.
Lo que este anuncio nos muestra no es salsa de kétchup, si lo fuera no tendría esa textura ni ese color cuyo resultado es el parentesco a una lengua. No. Seguramente sea algún tipo de crema o puré, adornado con colorantes para cambiar su color. Como todos sabemos el kétchup es más bien pegajoso, y no saldría de una forma tan regular del envase.
Una vez más la publicidad nos depeciona con su falicidad para manipular información, engañar a nuestros ojos vendiéndonos lo que no obtendremos al comprar.
Y en esta vida hay que tener cuidado, saber qué quieres comprar, qué necesitas comprar y diferenciar la calidad de un producto según otros factores que no sean una foto o toma que se exhiba en los medios comunicativos.
Fmado: Alejandro