jueves, 29 de septiembre de 2011

If only someone could ignite the light in my bones and give me the force to fix you


Cuando fracasas. Cuando fracaso.
Hoy el mundo no me corresponde. Quizás no me ha correspondido durante estas últimas semanas. A mi alrededor todo muere, acaba. La risa, protectora ante la oscura depresión, abandonó mi rostro al cambiar, al dejarme llevar por este nuevo modo de vida. Y me deja indefenso. 
Mi acto empieza con un largo monólogo. Solo, yo. Ningún otro actor en mi obra, ninguna actriz. Poco a poco, lentamente, y sin querer. He escrito estos últimos capítulos centrándome en destruir todo lo que en un momento creé, y creí.
Perdí la amistad, aquella que nunca acaba, que me servía de apoyo cuando todo iba mal. Aún puedo escucharla, me habla y ayuda porque no me quiere dejar. Y no lo hará, pero busco y no soy capaz de encontrarla. Rechazarla, lo hice en un pasado, me avergüenza.
Las largas noches de fiesta han acabado con mis fuerzas. Mi cuerpo no puede más, y mis huesos amenazan con fuertes crujidos dolorosos provocados por el baile, infinito una vez perdida la consciencia. Y sin consciencia uno no solo baila, también habla. Y, por desgracia, lo hace demás. Otro error que se apunta a la cesta de mi vida.
Pero estoy seguro, por mi autoestima y esperanza, que todo esto no sería capaz de derrotarme. Podría volver a cambiar y continuar la buena vida que llevaba antes de conocerte. Pero es que conocerte fue el problema. 
Hoy me veo culpable de la frialdad que reina en nuestras mañanas. Nos lanzamos juntos en una piscina que no tardaría en vaciarse, y además lo hicimos sin ganas. Porque tú no me querías, y yo tardé en quererte. No, creo que nunca llegué a hacerlo. Me dio miedo. Y sé que tú podías haber cambiado, como yo. Pero cambiar, por ti y no por mí, ese fue el mayor de mis errores. Y ahora estoy solo, en un monólogo cuyo autor y actor se contradicen, porque mis ideales han cambiado.

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Por suerte o por desgracia, el ser humano es un ser infinito. Y entiendo como infinito que tiene un interior indestructible. ¿Cuántas personas creen en la vida eterna? Muchas. ¿Es cierto? No, Sí. No sé, pero seguro que no es como lo imaginamos. Lo importante es que nuestro espíritu, alma, chi, personalidad o como queramos llamarlo, puede sufrir mil guerras y batallas, alegrías y desoladoras pérdidas. Pero todo lo vivido se convierte en experiencia.

Nosotros absorbemos los momentos de la vida creando con ellos nuestra forma de pensar. Una persona depresiva es aquella que recibe una fuerte experiencia, generalmente mala, lo suficientemente grande tal que CREE no es capaz de absorberla. Y como consecuente se esconde intentado evitar enfrentarse a ella. Negándola, o simplemente lamentándose por ella. How a shame, como dirían los ingleses.

Nuestra personalidad es infinita, como dije antes, y es por ello que no hay nada que no sea capaz de aprovechar. Y el ser depresivo es una limitación impuesta por la mente, que no cree en la personalidad ni en su capacidad de superar la depresión. 

Pero absorber es duro. Y una de las razones por la que es duro absorber es el miedo a olvidar. 

Muere un familiar, uno muy querido. Te sientes triste, porque la tristeza es sentida ante una pérdida. Porque no lo volverás a ver, porque no le volverás a hablar. Eso es lo primero que piensas. A la semana de la tragedia uno lo empieza a aceptar, y es entonces cuando empieza el miedo. El miedo a seguir con tu vida como si todo fuese igual que antes, olvidando lo ocurrido. Olvidando a tu familiar. Tonterías.

Si la tristeza se siente ante una pérdida, el miedo se hace ante un peligro. Un peligro real. No debes tener miedo a olvidar a un ser querido. Porque no corres peligro al hacerlo, y porque aunque quieras no serías capaz. 

No, no debemos tener miedo a superar una tragedia. Es más, hemos de sentirnos afortunados en cierta medida por tener el honor de recordarles con cariño, añoranza e, inevitablemente, con tristeza. Porque lo que haremos será absorber la pérdida, convirtiéndose esta en parte de nosotros, de nuestra personalidad.

Y la vida está llena de situaciones que iremos absorbiendo continuamente. Buenas o malas. Y serán estas las que nos enseñen y de las que tomaremos ejemplo en nuestros actos.

Nuestros fallos, también son absorbibles. Nuestras risas, gracias, amigos, heridas, amores... Todo es absorbible. Y es por ello que no nos debemos lamentar por lo que pase, y mucho menos arrepentirnos de lo que hacemos, hicimos o haremos. Si se hizo mal se pedirá perdón, pero el error nos enseñará más que ningún acierto. 

Quizás sea esta una de las cosas más bellas de la vida, la absorción, que nos repara al hacernos entender que nunca hemos sido destrozados, simplemente hemos crecido. A veces a la fuerza. Es la capacidad infinita de nuestra personalidad, que nos hará pensar en los momentos malos que incluso entonces estaremos aprendiendo y mejorando para tener un futuro más sabio. 

Y he aquí mi objetivo: Ser sabio en un futuro.

Fmado: Alejandro

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Instintos

Los seres humanos, tenemos la libertad de elegir lo que hacemos. Nosotros podemos decidir entre hacer una cosa o no hacerla, sin embargo todos los animales se guian por el instinto, no son capaces de cambiar sus costumbres, por ejemplo si un salmon nace en un rio cuando sea mayor y vaya a poner los huevos, intentara llegar hasta el mismo lugar donde nació de ese rio, y si no lo consigue, lo seguirá intentando, sin embargo nosotros tendriamos la capacidad de decidir y nos iriamos a otro rio donde pudiera ser mas fácil el ascenso, con esto quiero decir que los humanos no tenemos instintos, aunque, como es normal la belleza nos atrae, pero somos capaces de reprimirla.

FIRMADO:
Christian

lunes, 26 de septiembre de 2011

No somos salmones - La capacidad de ser lo que queramos

El salmón, en su inconsciencia de ser, no piensa sino tiene instintos. Su vida, al igual que la de la mayoría de los seres vivos, se basa en nacer, crecer, reproducirse y morir. En la época de celo, avanzan en bancos subiendo río arriba para llegar a un gran charco. Y será allí donde pongan sus huevos. Los hijos, una vez hayan nacido, bajarán el río en busca de alimento, y repetirán una vez sean adultos la hazaña hecha por sus padres. Y nunca, por desgracia, se cuestionarán el porqué de su esfuerzo, a veces convertido en sacrificio para los que no logren llegar al charco.


Los humanos, nosotros, no tenemos instintos. No nos movemos por ninguna fuerza que nos obligue a hacer algo de forma irremediable. No somos esclavos de nuestro ser, y tampoco hemos de serlo de otros seres. Es por ello que siempre hemos añorado la libertad, hasta el punto de convertirla en nuestro mayor tesoro. Tesoro que hoy en día se da por hecho por lo cual pierde su valor, el esfuerzo que costó conseguirla no se siente tanto hoy como se sintió en su momento.

Pensemos... Yo me quiero comer un helado. Tengo un calor increíble, pues la ciudad está a 30º, y me encuentro delante de mi heladería favorita. Además tengo dinero de sobra para repetir las veces que quiera. Pero mi hermano, que tiene la misma sed que yo y está muy malo de la garganta, no puede tomar nada frío para apaciguar su calor. ¿Qué haré? Sin duda muchos nos tomaríamos el helado, a pesar de que nuestro hermano no pueda y el desconsuelo se convierta en su cara durante las próximas horas. Pero seguro que más de uno será bondadoso y aguantará el calor un tiempo más, esperando a que su hermano se vaya para tomar el helado. Esta capacidad de decisión es la que nos hace libres y la que nos convierte en dueños de nuestras decisiones.

Es una gran suerte poder elegir qué opción tomar entre todas las que se nos presenten, aunque a veces nos de la libertad de obrar mal. Y es por ello la necesidad de la siguiente virtud: LA BONDAD.

La bondad, y esto lo vi en un programa de televisión llamado "Pienso, luego existo", es la capacidad de elegir una opción entre varias distinguiendo cual de ellas es la mejor para ti y para el prójimo, y tener el valor de ponerla en práctica.

Por desgracia muchas veces no nos dejamos influenciar por la bondad, y tomamos decisiones teniendo en cuenta otros puntos. Por ejemplo el favoritismo. Tenemos que elegir entre varias opciones y elegimos aquella que favorece (como bien dice el término) a una persona a la que le tenemos afecto: un amigo, familiar... Esto tiene un gran inconveniente y es que si otra opción diferente a la "favorita" estaba mejor preparada para la decisión que vamos a tomar se puede ver descartada por una gran injusticia como lo es el favoritismo. Además de comprometerte luego a seguir favoreciendo a aquellos que gozan de tu afecto, pues si no los vuelves a elegir para otra cosa se pueden sentir afectados o menos queridos.

Otro putno de vista, y este lo nombramos en clase de religión, es la belleza. Al ser humano le gusta lo bello, de la misma forma que le disgusta lo llamado feo. Muchas de nuestras decisiones las tomamos según lo bonito o feo que nos parezca lo que nos ofrecen. Quién será nuestra pareja, cúal nuestra casa, qué camisa elegir y hasta incluso cómo será el boli que utilizaremos para trabajar. El ser humano elige siempre lo que le gusta más, cuando el bolsillo se lo permite claro.
Pero es importante saber lo que cada uno entiende por bello. Generalizando diré que a una persona le puede gustar más el pelo liso que el rizado, el rubio que el moreno, o viceversa. También hay que tener en cuenta que cuando hablamos de belleza (en el caso de una persona) no solo nos referimos a la belleza física sino también a la personal, de forma que el interior se convierte en un factor más importante incluso que el exterior de una persona. Puedes tener la pareja más guap@ del mundo y no ser feliz, porque no te gusta su persona. Que no quiere decir que sea buena o mala, sino que te atraiga o no.
Y de ahí la importancia de conocernos y saber qué entendemos nosotros por belleza, para no dejarnos llevar por los tópicos marcados por la sociedad que nombró lo que es bello por norma general. Pues lo que la sociedad dice no siempre coincido con lo que el individuo piensa, y nos llevará al error gran parte de las veces.

El ser humano como humano que es comete errores, y estos se pueden mostrar reparables muchas veces, y otras tantas no. Y es por ello que debemos aprender a aceptar los errores y a superarlos, pero también a saber lo que queremos para evitar amargarguras causadas por elecciones que iban en contra de nuestra moral. Y esa es una de nuestras tareas más importantes.

Porque no somos salmones, no tenemos una norma que nos empuje a ir todos juntos de la mano por un mismo camino. No, somos nosotros, con nuestros gustos, nuestras experiencias, nuestra personalidad, los que dirigimos la vida que vivimos y hacia donde queremos llevarla.

Y muchas veces fallará nuestra puntería, pero nunca debemos perder la esperanza de que siempre, antes o después, daremos en el centro de la diana.

Fmado: Alejandro