Los humanos, nosotros, no tenemos instintos. No nos movemos por ninguna fuerza que nos obligue a hacer algo de forma irremediable. No somos esclavos de nuestro ser, y tampoco hemos de serlo de otros seres. Es por ello que siempre hemos añorado la libertad, hasta el punto de convertirla en nuestro mayor tesoro. Tesoro que hoy en día se da por hecho por lo cual pierde su valor, el esfuerzo que costó conseguirla no se siente tanto hoy como se sintió en su momento.
Pensemos... Yo me quiero comer un helado. Tengo un calor increíble, pues la ciudad está a 30º, y me encuentro delante de mi heladería favorita. Además tengo dinero de sobra para repetir las veces que quiera. Pero mi hermano, que tiene la misma sed que yo y está muy malo de la garganta, no puede tomar nada frío para apaciguar su calor. ¿Qué haré? Sin duda muchos nos tomaríamos el helado, a pesar de que nuestro hermano no pueda y el desconsuelo se convierta en su cara durante las próximas horas. Pero seguro que más de uno será bondadoso y aguantará el calor un tiempo más, esperando a que su hermano se vaya para tomar el helado. Esta capacidad de decisión es la que nos hace libres y la que nos convierte en dueños de nuestras decisiones.
Es una gran suerte poder elegir qué opción tomar entre todas las que se nos presenten, aunque a veces nos de la libertad de obrar mal. Y es por ello la necesidad de la siguiente virtud: LA BONDAD.
La bondad, y esto lo vi en un programa de televisión llamado "Pienso, luego existo", es la capacidad de elegir una opción entre varias distinguiendo cual de ellas es la mejor para ti y para el prójimo, y tener el valor de ponerla en práctica.
Por desgracia muchas veces no nos dejamos influenciar por la bondad, y tomamos decisiones teniendo en cuenta otros puntos. Por ejemplo el favoritismo. Tenemos que elegir entre varias opciones y elegimos aquella que favorece (como bien dice el término) a una persona a la que le tenemos afecto: un amigo, familiar... Esto tiene un gran inconveniente y es que si otra opción diferente a la "favorita" estaba mejor preparada para la decisión que vamos a tomar se puede ver descartada por una gran injusticia como lo es el favoritismo. Además de comprometerte luego a seguir favoreciendo a aquellos que gozan de tu afecto, pues si no los vuelves a elegir para otra cosa se pueden sentir afectados o menos queridos.
Otro putno de vista, y este lo nombramos en clase de religión, es la belleza. Al ser humano le gusta lo bello, de la misma forma que le disgusta lo llamado feo. Muchas de nuestras decisiones las tomamos según lo bonito o feo que nos parezca lo que nos ofrecen. Quién será nuestra pareja, cúal nuestra casa, qué camisa elegir y hasta incluso cómo será el boli que utilizaremos para trabajar. El ser humano elige siempre lo que le gusta más, cuando el bolsillo se lo permite claro.
Pero es importante saber lo que cada uno entiende por bello. Generalizando diré que a una persona le puede gustar más el pelo liso que el rizado, el rubio que el moreno, o viceversa. También hay que tener en cuenta que cuando hablamos de belleza (en el caso de una persona) no solo nos referimos a la belleza física sino también a la personal, de forma que el interior se convierte en un factor más importante incluso que el exterior de una persona. Puedes tener la pareja más guap@ del mundo y no ser feliz, porque no te gusta su persona. Que no quiere decir que sea buena o mala, sino que te atraiga o no.
Y de ahí la importancia de conocernos y saber qué entendemos nosotros por belleza, para no dejarnos llevar por los tópicos marcados por la sociedad que nombró lo que es bello por norma general. Pues lo que la sociedad dice no siempre coincido con lo que el individuo piensa, y nos llevará al error gran parte de las veces.
El ser humano como humano que es comete errores, y estos se pueden mostrar reparables muchas veces, y otras tantas no. Y es por ello que debemos aprender a aceptar los errores y a superarlos, pero también a saber lo que queremos para evitar amargarguras causadas por elecciones que iban en contra de nuestra moral. Y esa es una de nuestras tareas más importantes.
Porque no somos salmones, no tenemos una norma que nos empuje a ir todos juntos de la mano por un mismo camino. No, somos nosotros, con nuestros gustos, nuestras experiencias, nuestra personalidad, los que dirigimos la vida que vivimos y hacia donde queremos llevarla.
Y muchas veces fallará nuestra puntería, pero nunca debemos perder la esperanza de que siempre, antes o después, daremos en el centro de la diana.
Fmado: Alejandro